12/9/13

Mea culpa (y de todos ustedes, también)


Cuando me pongo a ver el estado deplorable en el que se encuentra el país más feliz de Latinoamérica no puedo mas que asquearme con todo lo que sucede. La cosa es que aunque Laura Chinchilla sea la cabeza de Estado más inoperante que hayamos visto en décadas la culpa del deterioro de un país que, básicamente, se nos cae a pedazos es mía. Y suya.



Mía porque lejos de buscar soluciones me siento en mi zona de confort a esperar que “el Gobierno“ solucione todos mis problemas. Suya porque cada vez que nos dicen que somos el país más feliz de Latinoamérica usted se lo cree. Aunque, la verdad es que si el índice de felicidad depende de que tanto se ríe uno mientras se lo están clavando yo creo que Costa Rica debe ser el país más feliz de Universo. Acá el MOPT nos clava, el CONAVI nos clava, el famoso “Gobierno“ nos clava y todos cagados de risa viendo la mejenga, tomándonos las birritas y el chifrijazo con los compas, apoyando al mostro o al tim y chollándonos las nalgas con el Chunche. Parafraseando a Hernán Jiménez -si si, el mae de la película esa de la señora que come papaya; que por cierto hace standup comedy también- ¿cuanto más tenemos que esperar para darnos cuenta que nos están ensartando?

Y no señores, la culpa no es del fútbol, la culpa es de la ignorancia (como dijo Delfino acá); digo esto antes para evitar que enciendan las antorchas y me vengan a buscar para defender el honor de tan noble deporte -ojalá así defendiéramos la Patria que hace más de 20 años nos están robando a pedacitos.

No me mal interprete, yo también estoy feliz de ver a la Sele en el mundial. Además así al menos parece que los ticos celebramos y respetamos a la patria, al menos parece que nos sentimos orgullosos de ondear las banderas y celebrar por lo alto la conmemoración del 192 aniversario del establecimiento de este país como una República “libre el independiente“ -como si tal cosa existiera. La culpa es de la educación (o más bien de la falta de educación), y de lo poco que nos preocupamos por proponer soluciones y generar un cambio real. 

¡Puta, dése cuenta que Costa Rica se nos esta muriendo! 

Y es que la inoperancia en el Estado, una generación de adultos que vota por el color y una generación de jóvenes que siente que puede salvar al mundo con un like nos tienen estancados. Ya desde hace 30 años a este país lo están desvalijando, y lo único que hacemos para evitarlo es aplicar medidas paliativas. Parece como si, por consenso, hubiésemos decidido que el país está en etapa terminal, desahuciado y hay que llenarlo de puentes Bailey pa‘mientras

Ese famoso “Gobierno“ del que les conté es algo así como una criatura mitológica. Un ente legendario que por defecto tiene la culpa de todo lo malo que le sucede al país. Es como ese compañero del trabajo que renunció hace más de seis meses y aún así todo lo que sale mal en los proyectos de alguna forma termina siendo culpa suya. Con certeza muchas cosas son culpa suya pero, muy en el fondo, sabemos que  pudimos haber hecho mucho más para evitar los problemas. Pero, ¿para qué hacer algo si de todas formas estamos mal? ¿Verdad?

Pues no. Si no empezamos a hacer algo -por más pequeño que sea- el cambio no se va a dar y vamos a seguir hundidos en la mediocridad. En el chiquitico, y esa maña que tenemos los ticos de no querer destacar (o no creer que podemos destacar). 

Y si alguno decide que quiere destacar, hay que bajarle el piso, porque si destaca pone en evidencia lo mediocres que somos los demás. Entonces mejor todos chiquiticos e igualiticos. Nadie por encima del promedio y todos felices. Vale verga si vivimos para bretear y birrear. Porque en Costa Rica no tener ambiciones está permitido y es casi obligatorio. Ser del montón es aceptado y hasta requerido.

Nuestro secreto mejor guardado es el valeverguismo, habilidad cuasi mística de lograr que todo nos valga un carajo, de ver las mierdas desmoronarse frente a nuestros ojos y simplemente mirar a otro lado y, si es posible, señalar un culpable


Señalemos los problemas y las carencias, sí, pero de igual manera propongamos soluciones. Como dicen por ahí, no vale la pena llorar por la leche derramada, lo importante acá es hacer algo para que no se nos vuelva a quebrar la botella. 

16/6/13

Papá no es el que engendra...

Hoy es el día del Padre y la ocasión es perfecta para dejar de lado la crítica de mi blog y romper con la racha de casi 8 meses sin publicar. La mayoría de las entradas se quedaron en borrador y no vieron la luz porque mis exigencias y la crítica que le hago a mi propio trabajo es quizá las más dura.

Dicen por ahí que padre no es quien engendra sino quien educa. Quien inculca los valores. Quien -para ponerlo en términos más criollos- se come la bronca de criar un hijo por 18 años o más. 

El diccionario de la Real Academia Española define al padre como el "varón o macho que ha engendrado". Yo difiero. Engendrar un hijo es sencillísimo (por no mencionar que también es bastante placentero) por lo que no le veo mérito alguno y me resisto a definir un padre bajo este concepto tan animalizado y patriarcal.

A los ojos de este servidor, ser padre es una actitud -y por ello puede ser asumida por tantas personas distintas entre sí independientemente de su género, preferencia sexual, religión o cualquier otro rasgo cultural. El padre es maestro y ejemplo. Ese hombre, mujer, padre biológico, padrastro, hermano mayor, tío, primo, hermana mayor, tía, prima, abuelo o abuela -y que en adelante englobaremos dentro  del término padre para simplificar la escritura de este post- tiene la enorme responsabilidad de enseñarle a su hijo los valores que más adelante le definirán como persona y como miembro funcional de la sociedad. 

El padre es nuestro primer héroe (o heroína), nuestro primer modelo a seguir. ¿Estamos acaso realmente conscientes de lo que esta figura representó y seguirá representando en nuestras vidas?

En mi caso, mi padre me enseñó a ser honesto, sincero, responsable y directo. A veces con mano dura, otras tantas simplemente con su ejemplo (y estas últimas fueron las más). Gracias a el aprendí que no todo lo que brilla es oro. Aprendí a valorar las pequeñas cosas de la vida y a echar por la borda los estereotipos. Viendo su ejemplo sé que a veces es necesario dejar el egoísmo atrás y sacrificarse por los demás. Sé, además, que la familia es lo más importante y que los momentos que se pasan con ella son invaluables y no se comparan con un viaje a la playa o una fiesta de fin de semana. Me enseñó que el ambiente se respeta, que lo verde es bonito, que la Tierra vive y hay que cuidarla

Siempre hubo razones y pocas veces imposiciones, por eso aprendí. Porque siempre hubo una justificación detrás de cada permiso negado. Estas justificaciones no siempre fueron verbales o explícitas y no siempre me cayeron bien pero conforme crecí aprendí a verlas como lo que eran: esfuerzos enormes por hacer de mi una mejor persona que cometiera menos errores y estuviera más consciente de las consecuencias de sus actos. Mi padre siempre es consecuente, si dice algo lo cumple. Sus actos no son más que el reflejo de lo que predica -y eso es mucho más importante que mil palabras.

Podría seguir por páginas y páginas enumerando las muchas cualidades y lecciones de vida que este gran hombre me ha dado, pero estoy seguro que para el lector es irrelevante pues, todos tenemos o tuvimos un padre y todos le recordamos por características que lo hicieron ser el mejor del mundo.

Si usted -como yo- mi estimado lector tiene la posibilidad de compartir como su padre hoy, no dude en tomarse una birrita con el. No dude en llamarlo o en decirle lo importante que que ha sido en su vida. Si por el contrario, el ya no se encuentra con usted siéntase orgulloso. En cualquiera de los dos casos usted es la persona que ve en el espejo todos los días en gran parte gracias a el.

¡Feliz día figuras paternas del mundo!