9/8/11

La sociedad de la desigualdad

Que fácil es fingir que todo está bien en este mundo. Que fácil quitar la vista de los problemas y ver hacia cualquier otro lugar.Nuestra sociedad está enferma, el asunto es casi terminal y la única salida es un verdadero cambio. Sin habladas politiqueras, sin estadísticas maquilladas y sobre todo obrando individualmente. Porque esperar a que otros lo hagan nos ha llevado a este preocupante estado.

La pura y llana verdad es que este mundo se está yendo, sin temor a equivocarme, a la completa mierda. Las opciones se acaban y sintetizando me atrevería a decir que: O cambiamos o nos lleva puta.

En algún momento antes del final del 2011 el mundo verá nacer a su habitante 7 mil millones, y todos nos preguntamos: ¿Puede el mundo sostener 7 mil millones de seres humanos?
Pues claro que si. Es solo que una pequeña parte de la población insiste en consumir los recursos de la mayoría .

Este niño o niña tendrá que lidiar con la falta de recursos naturales o el exceso de ellos. Tendrá que lidiar con el hambre o la obesidad. Porque este mundo, esta sociedad enferma en la que vivimos, es de extremos. Todos los días se habla de brechas, de separaciones. La brecha entre la clase alta y la media -como si tal cosa existiera- se ensancha; rezan los periódicos. El aumento de la pobreza y el hambre sume a los más desafortunados en la desesperación, y esta los lleva a cometer atrocidades contra sus similares que le ponen los pelos de punta a cualquiera.

Esta bendita globalización nos esta pasando la factura: economías tan ligadas que se desploman al unísono y regiones enteras que sucumben ante la caída de un solo país .

Mientras en Estados Unidos se desperdician cientos de miles de kilos de comida, en África miles mueren de inanición. Mientras el mundo se convulsiona por guerras ajenas y los países desarrollados gastan millones en armas y ejércitos, en África miles mueren de VIH, Tifus y Malaria. Olvidados y en agonía viven una realidad que todos elegimos ignorar.

No hay novedades en lo dicho anteriormente, es terrible pero cierto. Y lo hemos sabido hace ya demasiado tiempo.

Hace ya mucho tiempo que todos somos cómplices de este exterminio deliberado. De compañías farmacéuticas que retrasan una y otra vez la salida de cura a enfermedades como el SIDA, solo porque si lo hacen verían sus negocios perjudicados. De bombardeos incesantes que solo destruyen familias. De dictadores arraigados y dictaduras disfrazadas de democracias - porque la democracia murió con Platón, Aristóteles y su idea de que el fin último del Estado es garantizar el bien supremo de los hombres y las mujeres-.

La izquierda, la derecha y cualquier ideología política intermedia o extrema no son más que pura basura. Un juego de poder que se inclina para un lado u otro según el contexto y las circunstancias que median. Si el fundamentalismo islámico hace un ataque terrorista, la derecha toma fuerza, pero si un extremista lo hace -como sucedió en Noruega- entonces se inclina hacia la izquierda. Al fin y al cabo todo es la misma perorata y cuando el poder se concentra , termina corrompiendo.

Siempre los extremos; blanco o negro. ¿Cuando aprenderemos que este mundo es una escala de grises?
Claro, cuando uno vive en uno de los dos extremos se vuelve endemoniadamente complicado distinguir los matices.
Cuando uno crece pensando que en la vida todo es bueno o malo -muchas gracias religiones del mundo- los extremos se vuelven lo natural y las zonas intermedias nos asustan porque en ellas no podemos estar seguros de nada.

Pero, ¿quién dijo que en esta vida había algo seguro -tal vez la muerte sea lo único-? Piense por un momento y verá que la mayoría de los problemas de este mundo son producto de los extremos. Producto de querer estar seguro, de estar en un lado y solo un lado. De no escuchar opciones ni razones. De pegar primero y preguntar después. Producto del miedo a lo distinto, de la intolerancia y sobre todo producto de una sociedad que rechaza a los que piensan diferente y los hace creer que están equivocados cuando podrían tener más razón que el resto del mundo.

Entonces ¿cómo se atreven los políticos a prometer un país de igualdad si en todo el planeta no se la encuentra por ningún lado?

La pura verdad es que en este mundo lo único que todos recibimos por igual es la desigualdad.